
Imagen: Toph Mei Fong
El diario del viajero -Bah Shing Ze, 7 de septiembre del 923 P.G.
Los jóvenes caminaban en la noche de la ciudad, arrastrado sus pies por el cansancio. Estaban agotados y heridos, pero la curiosidad y sus deseos de averiguar la verdad eran mas fuertes que el dolor.
Al cabo de una media hora de marcha, llegaron de nuevo a las puertas del palacio real de Shuan. Una vez adentro finalmente sintieron que podía bajar la guardia. Cuando llegaron, varias doncellas los atendieron. Les dieron vestimenta nueva, y curaron las heridas leves. Toph se despidió momentáneamente de ellos, aduciendo que aun tenia asuntos que atender, y que volvería mas tarde, cuando el shogun reclamara su presencia en la audiencia. Las demás mujeres llevaron a Zelkova y a Phantas-moon a la enfermería, y guiaron al resto del grupo a través de los pasillos hasta el salón de guerra, sitio de reunión habitual del shogun y sus generales.
Al entrar, ya había gente esperándolos. Del otro lado de la mesa de reuniones estaba sentado el shogun de Shuan, a su derecha estaba el gran maestro del templo de Meistos, enfrente a el la princesa Mirielle, y del otro lado estaba Toph.
El grupo tomo asiento en la mesa, Li y Shenay estaban al lado del gran maestro, enfrente de ellos estaba Asta, Erstin, Ludovic, y cerrando el circulo se hallaba Sanada. Durante unos 5 minutos en la sala reino un silencio de ultratumba. Parecía que nadie tenia el valor de tomar la palabra. Ludovic sentía que la espera le clavaba agujas en el corazón, hasta que, finalmente, se rompió el silencio. Por la misma puerta que ellos entraran unos minutos antes, entro Phantas-moon. Estaba cubierta en vendajes, y se la notaba agotada. En cuanto se sentó, el gran maestro decidió hablar.
"Bien, ahora que están todos, este concilio puede dar comienzo"- dijo con vos firme el gran maestro. "Primero, me gustaría oír el reporte de lo acontecido esta noche. Li, por favor?"
"Si maestro."- Li se puso de pie de un salto. "No se mucho de nuestros atacantes, me temo. Pero es obvio que iban tras la señorita Mirielle. Un grupo de rebeldes, o quizá espías de otra nación, intentaban generar un conflicto entre Germania y Shuan con la muerte de la princesa. Afortunadamente pudimos protegerla, gracias a los valientes esfuerzos de Erstin, Ludovic y Phantas-moon."- dijo Li, obviando a drede la intervención de Zelkova en los hechos.
"Los asesinos son el menor de nuestros problemas"- intercedió Phantas-moon. Li, Shenay y Ludovic se miraron, confundidos.
"Elrael"- dijo con una voz cortante y fría Erstin.
La sola mención de ese nombre trajo un frió supernatural a toda la sala, como si toda la energía zen abandonara la sala, aterrada por aquel sujeto. Todos los jóvenes en ese momento se quedaron en silencio, sin saber exactamente por qué. Uno a uno recordaron su encuentro hacia unas horas atrás con aquel ser vestido de negro y rojo, y todos y cada uno pudieron recordar aquel frió intenso que les calaba los huesos, aquel miedo instintivo que no podían explicar. Pero algo sabían en verdad, enfrentarse a aquella criatura, significaba enfrentarse a la muerte.
"Si el realmente esta involucrado, esto es mas grave de lo que originalmente pensábamos"- Por fin el maestro tomo suficiente coraje para romper con el silencio.
"Maestro, quien es ese hombre?"-pregunto Li, quien se sentía perdido en la conversación, pero sabia que era algo necesario averiguar. Ludovic, Shenay y Sanada estaban igualmente intrigados, por lo que se unieron a la pregunta.
"Joven Shin, ese no es ningún hombre. Es un demonio, y uno muy poderoso. El hecho de que ni la poderosa Luna del Este halla podido mantenerse a la altura del desafió, es prueba innegable de su capacidad."- cuando acabo de decir eso, Phantas-moon bajo su cabeza, avergonzada por su derrota.
"Aunque que papel puede jugar en todo esto, todavía es un misterio. De cualquier manera, esto solo prueba que su misión acaba de volverse más compleja e importante, joven Shin. Necesitara toda la ayuda que pueda conseguir"-
Finalmente, la única opinión que no se había oído hablar, la del shogun, fue escuchada por todos.
"Como yo lo veo, esto requiere de un gran esfuerzo conjunto de muchos ángeles. Y ya que todos los aquí presentes se han involucrado de un modo u otro, ya no les queda mas remedio que terminar la labor"- y eso fue todo lo que aquel misterioso regente dijo, luego se llamo a silencio una vez más.
"Pues entonces ya esta todo dicho. Li Sun Shin, Shenay, Sanada Yukimura, Ludovic Borbon, Erstin Ho, Astaroshe Aslan, y Zelkova, ustedes siete, serán los encargados de recuperar el tomo del dragón oscuro, y detener a los que se encuentran detrás de esta conspiración. Ustedes, serán las siete garras del dragón"- sentencio el maestro.
“Pero antes de que partan, debo pedirles un favor, personal” tomo apresuradamente la palabra el shogun. “la joven Mirielle, como habrán notado, es blanco de numerosos peligros, y se que quizás sea mucho pedir, teniendo en cuenta la situación de su viaje, pero me encantaría que pudieran acompañarla hasta Germania, al palacio imperial de Umak”-.
Todos se quedaron atónitos ante ese pedido. Acaso aquel hombre no era conciente de lo que pedía? Que una pequeña y frágil princesa viajara en una cruzada peligrosa alrededor de medio mundo persiguiendo a dos terribles ladrones? “desde luego que yo también iré con ustedes, si deciden acompañarla” intento suavizar la reacción del grupo Phantas-Moon, después de notar las caras de total desaprobación de Shenay, Erstin y Ludovic. Li analizo la situación, y aunque no le agradaba la idea de tener que llevar a la niña en tan peligroso viaje, la ayuda de
Ludovic presentía que perdería la discusión, por lo que finalmente cedió; “bien, vendrá con nosotros, pero queda bajo tu responsabilidad, Luna del Este, y mas vale que este en buena forma física. Por que mañana saldremos de cazaría . . .” con esta frase, y un tono lúgubre en su voz, Ludovic daba por cerrado el concilio.
Al día siguiente, sin perder tiempo, la comitiva salio antes que el sol con rumbo al oeste, hacia los puertos de Sol, preparados para la que sería la aventura mas grande jamás contada . . .
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